cincuenta y cuatro
Cuando los fantasmas de los colores en los objetos poseen el espacio que me rodea y camino sin saber adònde me voy de memoria.
Mi brazo es una pincelada frente al espejo, nueva cada vez, sin retorno en un viaje hacia el interior de mi piel.La sombra ha desaparecido. Es blanca, es rosa, es gris. Y en cada minùsculo poro, un universo en donde habitan los sonidos que forman las canciones que no dejan de nacer.
Hay un ojo al costado de mi puerta. Apareciò en la entrada, vertical, sublime, elegante y recta. Y a su lado una pupìla, una lente viva un cìrculo soberano, un sol, redondo, gigante, precioso, no puedo dejar de verlo...
Un ojo en un gato. (Y un gato en mi puerta). Mi puerta que es una forma con lados desordenados (un desorden simètrico, què paradoja). Y la percepciòn de lo sòlido a las seis y treinta y cuatro de hoy es lìquido. Me gusta que sea asì, porque puedo nadar, entre los libros, y se van desprendiendo la palabras de las hojas y me acarician mientras flotamos. Jugar. Jugar como una niñita, yo soy la jefa de las formas y todas ahora perderàn su significado, a la cuenta de tres y vamos "uno, dos y tres" ya no eres un triàngulo y tù, palabra miedo ahora significas amor. Cuatro, cinco y seis y las teclas del piano se desprenden, suenan como las risas de tres tristes tigres, me gusta verlos reir, ya no estèn tristes, tigres".
Tengo antojo de despertarme adentro de un ovillo de lana, creo que serìa el mejor lugar en el que podrìa despertar en las mañanas de invierno. Quiero que el pequeñito que sube descalzo al colectivo despierte en un ovillo de lana multicolor, tibio y lleno de luz y calor, y que se cierre esta historia porque me voya a dormir.
Mi brazo es una pincelada frente al espejo, nueva cada vez, sin retorno en un viaje hacia el interior de mi piel.La sombra ha desaparecido. Es blanca, es rosa, es gris. Y en cada minùsculo poro, un universo en donde habitan los sonidos que forman las canciones que no dejan de nacer.
Hay un ojo al costado de mi puerta. Apareciò en la entrada, vertical, sublime, elegante y recta. Y a su lado una pupìla, una lente viva un cìrculo soberano, un sol, redondo, gigante, precioso, no puedo dejar de verlo...
Un ojo en un gato. (Y un gato en mi puerta). Mi puerta que es una forma con lados desordenados (un desorden simètrico, què paradoja). Y la percepciòn de lo sòlido a las seis y treinta y cuatro de hoy es lìquido. Me gusta que sea asì, porque puedo nadar, entre los libros, y se van desprendiendo la palabras de las hojas y me acarician mientras flotamos. Jugar. Jugar como una niñita, yo soy la jefa de las formas y todas ahora perderàn su significado, a la cuenta de tres y vamos "uno, dos y tres" ya no eres un triàngulo y tù, palabra miedo ahora significas amor. Cuatro, cinco y seis y las teclas del piano se desprenden, suenan como las risas de tres tristes tigres, me gusta verlos reir, ya no estèn tristes, tigres".
Tengo antojo de despertarme adentro de un ovillo de lana, creo que serìa el mejor lugar en el que podrìa despertar en las mañanas de invierno. Quiero que el pequeñito que sube descalzo al colectivo despierte en un ovillo de lana multicolor, tibio y lleno de luz y calor, y que se cierre esta historia porque me voya a dormir.
punto.
Un miedo horrible a los finales.
Còmo si de cualquier manera no fuesen a llegar,
como si de pronto no se aparecieran cantando a nuestro lado.
Podrìa elegirlos, podrìa dirigirlos, pero tengo miedo.
Entonces me encierro en mis entrañas a soñar. Y le doy permiso a los finales a que pasen, y desbaraten las cosas.
Còmo si de cualquier manera no fuesen a llegar,
como si de pronto no se aparecieran cantando a nuestro lado.
Podrìa elegirlos, podrìa dirigirlos, pero tengo miedo.
Entonces me encierro en mis entrañas a soñar. Y le doy permiso a los finales a que pasen, y desbaraten las cosas.
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